Catequesis como preparación a las centenarias fiestas de la Virgen en septiembre
San Lucas 1,39-45
Este símbolo de la peregrinación en la fe ilumina la historia interior de María, la creyente por excelencia, como ya sugirió el concilio vaticano II: "la bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz" (Lumen gentium, 58). María, pasa incluso por los tortuosos senderos del exilio en Egipto y de la oscuridad interior, cuando María "no entiende" la actitud de Jesús a los doce años en el templo, pero conserva "todas estas cosas en su corazón" (Lc 2, 51). La cima de esta peregrinación terrena en la fe es el Gólgota, donde María vive íntimamente el misterio pascual de su Hijo: en cierto sentido, muere como madre al morir su Hijo y se abre a la "resurrección" con una nueva maternidad respecto de la Iglesia (cf. Jn 19, 25-27). En el Calvario María experimenta la noche de la fe, como la de Abraham en el monte Moria y, después de la iluminación de Pentecostés, sigue peregrinando en la fe hasta la Asunción, cuando el Hijo la acoge en la bienaventuranza eterna. La bienaventurada Virgen María sigue "precediendo" al pueblo de Dios. Su excepcional peregrinación de la fe representa un punto de referencia constante para la Iglesia, para los individuos y las comunidades, para los pueblos y las naciones, y, en cierto modo, para toda la humanidad" (Redemptoris Mater, 6). Ella es la estrella del tercer milenio, como fue en los comienzos de la era cristiana la aurora que precedió a Jesús en el horizonte de la historia. En efecto, María nació cronológicamente antes de Cristo y lo engendró e insertó en nuestra historia humana. A ella nos dirigimos para que siga guiándonos hacia Cristo y hacia el Padre, también en la noche tenebrosa del mal y en los momentos de duda, crisis, silencio y sufrimiento. La Iglesia sigue a María caminando por las sendas tortuosas de la historia, para levantar, promover y valorizar la inmensa procesión de mujeres y hombres pobres y hambrientos, humillados y ofendidos (cf. Lc 1, 52-53).
Un acto de piedad entre nosotros son las fiestas de la Virgen que realizamos en La Estrella cada año en el mes de septiembre. Estas tienen varios objetivos y fines: La Virgen María es la Madre de Jesús y también nuestra Madre. En nuestro municipio de La Estrella, ella es conocida y amada con el nombre de Nuestra Señora de Chiquinquirá de La Estrella, y es la patrona del municipio. Cada año, la comunidad entera se reúne para honrarla y agradecerle su amor maternal. Es una tradición que viene desde los comienzos de nuestro municipio, porque La Estrella fue fundada el 4 de septiembre de 1685, hace 340 años con ese nombre tan bonito: Nuestra Señora de La Estrella. Y su imagen estuvo desde el primer momento peregrinando por nuestras tierras. Celebrarla es una forma de decir: “¡María, estamos contigo!” “¡Gracias por cuidarnos y llevarnos a Jesús!”
Caminar con la Virgen en procesión, rezarle el rosario, decorar las calles y participar en las fiestas es una forma de expresar nuestra fe, incluso cuando muchas personas ya no creen o no practican. Salir con la Virgen es decirle al mundo: “¡Dios está con nosotros!” Aunque su día litúrgico en la Iglesia es el 9 de julio, en La Estrella la celebramos con más fuerza durante septiembre, porque es el mes de la fundación del pueblo y de muchas fiestas marianas. En este mes siempre se ha celebrado de manera ininterrumpida, incluso en momentos difíciles como la violencia o la pandemia. Las fiestas toman aún mucha más fuerza a partir del 13 de septiembre de 1959 con la coronación canónica de la Virgen.
* ¿Qué significa para ti la Virgen María?
* ¿He sentido alguna vez que ella me acompaña o me protege?
* ¿Cómo puedo participar con alegría en las fiestas de la Virgen?
* ¿Estoy enseñando a otros, especialmente a los niños, a amar a María?
Con el lienzo venerado de la Chinca:
Gran Domingo 2025
28 de septiembre - 5:00 p.m.